lunes, septiembre 10, 2007

Un terabyte

Cada poco tiempo estamos dando unos saltos tecnológicos increíbles. Y me da la impresión que ese tiempo entre salto y salto se acorta cada vez más. La tecnología es maravillosa pero ¿podemos asimilar tantos cambios con facilidad? Uno necesita tener una especie de tecnopedia en la cabeza para poder entender la cantidad de tecnologías, estándares, formatos y tendencias que hay en el mercado en la actualidad y elegir bien por donde tirar para no ser víctima de lo que por ahí se llama un “hype”. Resulta casi agotador intentar estar al día.

Hemos vivido para ver cómo se anunciaban a bombo y platillo maravillas tecnológicas que luego se han convertido en morralla electrónica que ha caído en el olvido. Recuerdo fracasos como la Sega Dreamcast, el DAT, el Minidisc de Sony, el Laserdisc, el teléfono Iridium, la consola portátil Atari Lynx, el Superdisk de Imation o los Zip y Jaz de Iomega. Casi todos han tenido su uso (alguno más profesional que doméstico) como el DAT, pero no han acabado de cuajar en nuestros hogares y no se han convertido en estándares sino más bien en rarezas.

Todo esto viene a cuento porque estoy viendo ya a la venta por apenas 200 euros unos discos duros de 1 terabyte y esto me hace pensar en aquella época en la que los PCs no tenían ni disco duro y llevaban un botón de “turbo” que duplicaba la velocidad de proceso. Sí, sí, aquella época donde uno podía ver la película “Juegos de Guerra” y alucinar con un tipo que tenía un ordenador con disquetazos de ocho pulgadas, módem externo por tonos y un estupendo sintetizador de voz que retaba a jugar al protagonista.
Cuesta recordarlo pero la era pre-Internet no fue hace tanto. No había Google, ni wikipedia, ni imdb. Había una cosa llamada BBS que algunos recordarán y también las facturas del teléfono. Aún recuerdo cuando no existían los móviles ni los reproductores de mp3 y la última moda en aparatos de televisión era un mazacote con fantásticos acabados en madera y sin mando a distancia. Y qué decir de las cintas de cassette, que como dice un anuncio, se podían rebobinar (ahora ya nada se rebobina) con un bolígrafo BIC, con aquellas cintas “chrome" que eran las buenas y también más caras. Las grabaciones "con dolby" para eliminar el ruido de patatas fritas que hacían nuestros discos de vinilo, aquellos que había que cepillar bien antes de ponerlos y rascar las pelusas de la aguja del cabezal. Ahora son auténticas piezas de coleccionismo.
¿Y acaso no se vivía igual?. Y no me refiero a los tiempos de Franco sino a vivir sin móvil y sin Internet. La tecnología proporciona muchas comodidades pero el exceso de sofisticación hace que pueda llegar a ser incluso cansina y aborrecible. Ahora simplemente estamos localizables de forma permanente y sufrimos sobreinformación crónica.

Lo de los móviles es escandaloso. Después de cien años con el teléfono fijo de toda la vida, ese que inventó un tal Graham Bell, o eso creía yo hasta que me enteré que fue un tal Antonio Meucci, llegó el móvil. A finales de los ochenta ya se podían ver zapatófonos de maleta y aquello ya tenía pinta que iba a cuajar. Luego todos nos apuntamos al carro de los móviles y comenzamos en la aventura móvil con un buen ladrillo en el bolsillo que pesaba medio kilo y con la incertidumbre de no saber si aquella tecnología inalámbrica tenía efectos nocivos sobre nuestros temblorosos soldaditos. Pues bien, años después ya hemos sufrido todo el aluvión de siglas, que si WAP, GPRS, UMTS, 3G,… Ya no sé si voy por la segunda generación, la tercera o la siguiente generación, como Star Trek. El caso es que ahora mismo si no tienes un Smartphone o una HTC con GPS eres un auténtico pringado como yo. O un iPhone que mola más porque es de Apple y lo de Apple marca mucho.

En cuanto al mundo de los videojuegos el salto ha sido tremendo. Aún recuerdo mi primera videoconsola, el adictivo Philips Videopac G7000, un ingenio diabólico que funcionaba con solo 1,7 Mhz. A continuación llegó el Spectrum, una bestia engendrada por Sinclair cuyo teclado aguantaba leñazos en plan gorila. Cargaba por cassette y cada carga era una auténtica aventura que a veces requería ajustes del tornillo del azimut, palabreja que ahora suena tan rara como el condensador de fluzo. Palabrotas como transtape, microdrive, kempston o poke han pasado ya a la historia. MSX, Amstrad CPC 464, Commodore 64, Amiga 500, … formaron durante años nuestro panorama del jugón.

Ahora uno juega con una Xbox 360 o una PS3 y es como sentarse a los mandos de un Boeing 747. En un juego de fútbol de los simples necesitas entre quince y cuarenta y cuatro botones pulsados simultáneamente para que el futbolista virtual de turno pase el balón a un compañero de su equipo. Eso sí, pase corto y raso, para el bombeado tienes que hacer doble clic con el botón que hace cuarenta y cinco, girar tres veces el segundo stick analógico y apretar el culo dos veces seguidas. Con la Wii de Nintendo solo hay que agitar el nunchaku; todo un prodigio de diseño.

Hay otra cosa que me llama la atención y es el mundo de las cámaras fotográficas digitales. Cada mes salen a la venta cámaras con más megapíxeles y más miniaturizadas. Lo de los formatos de memoria parece que ya frenó y ahora los Card Readers son bastante estándar (SD, XD, Compact Flash y Memory Stick). Ahora mismo ya he perdido la cuenta pero supongo que vamos por los 9 o 10 megapíxeles y tiramos la foto apretando el botón con la punta de un bolígrafo. Te salen fotos de 15.000 por 15.000 puntos que acabas reescalando a 1024x768 porque no te interesa llegar a descubrir lo que hay en el mundo subatómico, solo quieres una simple foto de tu perro o de una seta rara que has encontrado en un sendero de montaña.

En fin, que la tecnología es buena pero en su justa medida. Seguiré reflexionando sobre el tema…

No hay comentarios: